Maigualida se montó hace hace cuatro días en el Ferry, allá en Punta de
Piedra. Y es que la ñera decidió con dolor despedirse, primero de su Virgen del
Valle amada y contar con su bendición, después de su isla querida, familia y
amigos. Maigualida tiene 24 años y, por las razones que quien me lee ya conoce,
decidió emigrar a Perú. Y hacia su nuevo destino partió por tierra.
El trayecto es largo; quizás se hace eterno si sumamos el cúmulo de
pensamientos y la incertidumbre que causa el hacia dónde voy, cómo me irá, lo
que dejé. Pero para ir al grano de este artículo nos saltaremos el montón de
escalas (Caracas-Táchira-Cúcuta-Ipiare), las selladas de pasaporte, los cambios
de moneda, y los días de carretera. Queremos llegar al terminal de Carcelen, en la ciudad de Quito. ¡Allí comenzó la
fiesta!
Debía Maigualida en este terminal cambiar de bus para seguir su destino.
Y con ella viajaban decenas de familias, con niños pequeños, abuelos. Lo mismo en
el autobús que llegó apenas minutos después del de ella; más venezolanos,
algunos con Ecuador como destino, otros Perú o Chile. Pero al mismo tiempo que
se despedían con besos, aún dentro de la unidad, alguien del grupo viajero se
percató de una bandera de Venezuela que acompañaba a un grupo de unas 6 mujeres
que recibían, a medida que iban bajando, a cada venezolano con ese abrazo que solo
nosotros sabemos cómo se da y lo que significa. Y con cada abrazo y cada beso,
una invitación a saborear comida caliente, divina, y muy solidaria. Una sopa
como llamamos aquí, “Levanta Muerto”, para darle vida a quienes seguían camino
y a quienes llegaban al abrigo nuevo, al país hermano que les brindaba cobijo.
Chupetas para los niños. Pasta con carne al abuelo. Abrazos, seguían los
abrazos. Era esa solidaridad tan venezolana recibiendo a sus hermanos.
La
iniciativa del recibimiento surge de otras iniciativas igualmente solidarias.
Nos cuenta Sara, con quien pudimos conversar, que meses atrás ella, junto a
varias amigas venezolanas residenciadas en Ecuador, decidieron organizarse para
acercar ayuda al recién llegado del país compartido por nacimiento, el del
amarillo, azul y rojo pero con las estrellas. Realizaron colectas de ropa usada
pero en buen estado, un ropero como le conocemos. “En una ocasión conocí a un
hermano que me pedía ropita porque se había venido casi que con lo que cargaba
puesto, cuando llegaba a su casa en la
noche lavaba la ropa, y al día siguiente le tocaba ponérsela húmeda para salir
a buscar trabajo porque el tiempo no alcanzaba para esperar a que se secara”
nos relata. La herramienta digital que nos permitió conversar, el “Whatsapp”,
les ha servido también para crear grupos diversos de venezolanos en el Valle,
en Quito, en Ecuador, y así ir sumando esfuerzos. El contacto con
organizaciones formales de la nación ecuatoriana les ha permitido ofrecer
asistencia médica al enfermo. “Les da miedo ir al Seguro Social, aunque si acudieran
les atienden, pero muchos llegan sin papeles totalmente en regla en su búsqueda
por el sueño” – nos apunta Sara Febres, la gocha caraqueña que gentilmente nos
cedió minutos de testimonios hermosos que nos han servido para armar esta
crónica.
Y así fue que conocieron a Maigualida, pero también a Roberto y a Lucía,
recién casados que no llegaban de luna de miel, sino a tierra nueva donde echar
“palante” un hogar, a Joseíto, un niño de apenas 5 años que al verlas se les lanzó
en abrazo y no paraba de dar las gracias y preguntarles si de verdad eran
venezolanas mientras saboreaba su chupeta. Conocieron a sus familiares por
medio de notas de voz que iban y venían desde sus “Whatsapp”.
-
. - “Mamá, llegué, y te estoy mandando esto desde el
whatsapp de una venezolana. Mamá, nos hicieron un recibimiento, nos esperaban
con comida” – le contaba una de las recién llegadas a su madre desde el
teléfono celular de Morela, otra de las que impulsaron la iniciativa.
-
- “Mija, pero ¡Qué alegría! No sabes la
tranquilidad que siento al escucharte contenta y rodeada de abrazo criollo. Me
tenías nerviosa. Muy largo ese camino, mi vida” – era la trascripción del
sonido que recibían a la vuelta de una madre agradecida.
Les asombró que en hora y media no quedaba comida. 100 platos de sopas,
50 de pasta. Alimento para el alma de un montón de venezolanos, pero también
para otros viajeros de otras nacionalidades que se acercaron al recibimiento
solidario y juntaron abrazos en la fiesta. Hasta los envases plásticos se
acababan, y ellos mismos los enjuagaban.
En la noche, cansadas, se mandaban fotos y compartían entre los
conocidos los relatos de la experiencia. “Creíamos que con la iniciativa
daríamos abrazos de abrigo y comida para el alma, y resulta que terminamos
nosotras arropadas de cariño, de agradecimiento, de humanidad” – nos comenta
Sara.
La solidaridad la sentimos aquí de aquellos que tienen alguito más hacia
quienes no tienen nada. La solidaridad de tantos hermanos en todo el mundo es
semilla de lucha para que día a día llegue más ayuda a esta tierra en crisis
profunda y preocupante. Pero la solidaridad también se dirige ahora hacia
quienes emigran de manera forzada, sin nada planificado, una ola de emigración
diferente porque se marchan sin nada más que el deseo de seguridad para sus
hijos, la pareja, los abuelos, y muchas ganas de trabajar y sentirse valorados,
en tierra ajena, en tierra lejana.
A estas mujeres de corazón inmenso, nuestro agradecimiento solidario y
emocionado, y la promesa cumplida de transmitir por nuestras redes su
iniciativa para verla replicada en muchas fronteras más. Terminales que marcan
un comienzo. Qué mejor forma que iniciarlo con Solidaridad Venezolana. Así somos
nosotros. Aquí, allá, acullá. Arriba Venezuela. Tienes corazones bonitos
regados hoy por todo el mundo. Eso nos llena de esperanza, de empuje, de un
seguir soñando la patria bonita y unida que todos merecemos.
Ellas están por crear sus redes
sociales, porque un domingo bastó para desear llenar de domingos solidarios
cada mes que reste del año en el terminal allá en Quito. El próximo, en apenas
días, repitirán la jornada pero ahora en los dos principales terminales: el de
Carcelen y el de Quitumbe (al sur de la ciudad). Pero si desean colaborar con
donativos en metálico, en productos para las comidas, en envases; si deseas
unirte en voluntariado y llenarte de abrazos ricos y reconfortantes, aquí
dejamos sus coordenadas personales.
Sara Febres – Gocha Caraqueña +584242071172 (mantiene el “whatsapp” con su
número caraqueño)
Morela Melean – Maracucha +593995778331
Jeanette González – Guara +593987753628
María del Rosario Carrillo –Trujillana +593998863156
Y junto a ellas Keyla Bolívar y Ana
Karina Graterol.
El ecuatoriano no se enamora. Se
“encamota” o se “engrupe” de su pareja. Estamos entonces “encamotados” de estos corazones bellos que por ahora echan raíces por Ecuador pero dejan huella y alma por donde pasan, a quienes llegan.
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