El padre Marcelo es un sacerdote
venezolano. Por estos tiempos está en Navarra, España, realizando estudios de
post-grado. Su cuñada Lucía, en Venezuela. Y de ella le llega la noticia por un
mensaje de voz a través del Whatsapp. “Mi cuñado Padrecito, ¡Estamos nuevamente
embarazados! ¿Será que en esta oportunidad sí podremos abraza a nuestro hijo?” –
le decía emocionada la esposa del hermano, resaltando en su frase no solamente
el deseo de formar familia sino recordando los fallidos intentos del pasado. El
aparato reproductivo de Aimara tiene sus fallas. Le permite concebir pero
dificulta en extremo la celebración del parto, el nacimiento de la criatura a
la que tejió los escarpines. En medicina se conoce lo anterior como un embarazo
de alto riesgo. Ella ya contaba con dos anteriores sin feliz término. Y si en
la Venezuela actual “el parto” de cualquier mujer embarazada comienza por conseguir
cupo en alguna maternidad desde los dos meses de gestación, o garantizarle al “futuro”
bebé al menos dos meses de pañales y la leche de fórmula (quién garantiza que
del pecho saldrá el alimento gratis), para esta futura madre el embarazo de
alto riesgo, en un país que aumenta todo tipo de riesgo a cualquier ciudadano, era
una alegría mezclada con mucho pavor. En un país donde resulta cuesta arriba parir
en camilla y conseguir un pañal, por la existencia y por el precio, imagina dar
con los medicamentos que te permitan llegar a lo anterior. Pero quien nos sigue
sabe que cada historia nuestra pretende dar aliento a un país en pedazos.
Y aquí te va la historia de Kevin.
Joven venezolano de 16 años que nació ensimismado; él vive su propio mundo.
Autista y con incapacidad motora. Requiere tratamiento especial para evitar los
cuadros de epilepsia y controlar su reacción esquizofrénica. Su madre había
rebajado más de 30 kilos por la angustia causada por el cuidado del hijo. A la
falta de medicamentos para controlar efectivamente su condición se sumaba la
falta de pañales; Kevin estallaba en crisis al verse mojado por las noches; sin
quererlo Kevin robaba días de sueño, descanso, a su madre. Dos dramas. Dos
venezolanos desamparados por un estado ocupado en elecciones ignorando su
salud. Gracias a la parte bonita de esta historia los pañales ahora siempre
llegan. Los medicamentos urgentes para su tratamiento y mejor vivir, incluyendo
a su madre.
Pero, en mala hora, hay
venezolanos sufriendo en el país y en otros escogidos a lo juro como destino.
El papá de Marcos vendió todo. Carro y casa. La frase “Patrás ni pa cogé
impulso” no resultaba válida. Hoy viven en casa de la suegra, todo por poder
pagarle al hijo los abogados, el pasaje y unos meses de vida en España. Marcos
tuvo que huir de un régimen que lo haría ingresar “La Tumba” (cárcel dantesca
por otros ya documentada) por el simple hecho de manifestar en contra de un
régimen que cercenaba libertades en su patria. Y el muchacho, por más
agradecido que pueda estar del sacrificio hecho por sus padres, no se halló.
Encontrándose en país distinto, sin su familia, sin sus compinches, con una
maleta repleta de sueños truncados, cayó en depresión. La iniciativa solidaria
que narraremos en las próximas líneas cambió el “por ahora” de Marcos (así, tan
irónico como se lee al recordar al comandante “galáctico”). Esta ayuda criolla
a la distancia acabó con la angustia de su familia en Venezuela, brindándole
acompañamiento emocional y profesional. Brindándole familia.
La Asociación Venezolana Navarra
(ASVENA) es fundada por una Ingeniera en Sistemas venezolana, Eglee Torres,
quien emigra a España ya hace 11 años para garantizarle salud a su hijo.
Comenzó de a poquito motivada, ayer y hoy, por la sentida reacción de meter a
Venezuela entera en su maleta al emigrar. Poco a poco se fue involucrando en el
tejido social de su nueva comunidad, logrando amplificar a decibeles crecientes
la necesidad de ayuda a un pueblo en crisis que empeoraba con el pasar de los
años. Llevarle la delantera a la desidia y criminalidad del actual estado venezolano
resulta impensable. Ella al menos decidió enfrentarla. Ayudar con lo que podía.
Aplicar su experiencia con los salesianos y lograr acercar ayuda a esos
compatriotas ávidos de esperanza. Nunca nos olvidó. El buscar solución a su
realidad personal no fue su única angustia.
Tal y como ella se afana en resaltarnos, nada
de lo logrado (apenas narramos algunos de muchísimos casos) hubiese sido posible
sin la suma inmediata a la causa de otros venezolanos y de españoles
sensibilizados ante nuestra realidad. Este programa, comenzando de a poquito, ha
logrado ayudar a muchos a quienes les es negada una Ayuda Humanitaria por un
Estado todo poderoso sólo para la política, únicamente enfrascado en “amasar” el
poder. Al principio el reducido equipo solidario reclutado buscaba donaciones
de boca en boca entre aquellos venezolanos conocidos. Estas peticiones fueron
extendiéndose a grupos diversos por las redes sociales y el whatsapp. Pero
después, ante la creciente demanda, trabajando y logrando acuerdos solidarios
con farmacias, y presentándose con proyecto y justificación en mano ante la ONG
Ayuda al Tercer Mundo (ATM). Para esta organización el tercer mundo se limitaba
a naciones africanas. Luego de la presentación a su directiva de casos venezolanos
por parte de Eglee y su equipo, comprendieron la realidad de tantos ciudadanos
en esta región de Suramérica, en esta nación rica en petróleo y tierra fértil
hoy no productiva. Y así lograron más donaciones. Y así continuaron tejiendo
redes para el voluntariado, la creación de depósitos, personal para el
inventariado, recepción y despacho, ayuda, mucha ayuda.
Lo más bonito te lo contamos
ahora. Y es que todos los venezolanos que han recibido ayuda se han convertido
en voluntarios por iniciativa propia de ASVENA. Rocío, una chica epiléptica que
recibió su tratamiento en Venezuela gracias a esta iniciativa, decidió ofrecerse para
llevarle los medicamentos a Kevin hasta su domicilio: un barrio caraqueño catalogado
como uno de los más inseguros. Rosario, en Carabobo, sin pensarlo formó parte
de la cadena de favores. Ella recibió ayuda de ASVENA ante el SOS desesperado
por su padre hipertenso. Ella se encargó de recibir y llevar al domicilio de
Aimara, la cuñada del padrecito, los medicamentos que garantizaron la vida de
otro venezolano, la formación de una nueva familia.
Y ante la necesidad evidenciada
de tantos venezolanos que llegan a España con “una mano adelante y otra atrás”,
esta diáspora organizada, eficiente pero sobre todo solidaria, ha convertido su
casa en posada, sus almuerzos en charlas de orientación, su voz en denuncia y
llamado de atención insistente ante instituciones para dar a conocer la
realidad venezolana, el debido tratamiento como refugiados a miles de
compatriotas. Marcos ya dejó la “posada” y resalta como todo venezolano en su
trabajo, que gracias a dios le permite continuar sus estudios. Pero su colchón
es ocupado por otro venezolano capaz, responsable, de esos que huyen “obligados”.
De quienes sueñan con una Venezuela distinta para regresar.
Hay quienes les conocen como “Alpagatikas” por una de tantas iniciativas
que se han inventado para recolectar fondos elaborando alpargatas en miniatura
para venderlas y recaudar así fondos.
Nos viene el dicho, bien criollo, que reza “A
ponerse las alpargatas que lo que viene es joropo”.
En Venezuela el Joropo es orgullo
nacional. Pero la frase lo que desea expresar, en base al ritmo musical de esta
nuestra composición autóctona, es angustia, movimientos rápidos y estresantes,
y un pueblo desvalido, a punta de alpargatas, tratando de hacerle frente a lo
anterior.
A punta de Alpargatikas y nunca
olvidándose de la Venezuela que brindaba oportunidades, utilizan esos recuerdos
hoy como motor de vida para otros. Esta diáspora venezolana al norte de España
merece un cuatro, una maraca y un arpa en perfecta armonía cantándoles un
Graaaaacias!
Si deseas hacer una donación monetaria:
cuenta bancaria 2100 5183 05 0100084824, colocando el concepto DONATIVO, junto
con el Nombre y Apellido. Se expedirá un certificado para quienes lo necesiten a
efectos del respectivo descuento fiscal.
Cualquier persona puede ofrecer
su voluntariado o solicitar sus tratamientos médicos escribiendo a
alpargatika@gmail.com.
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