En España, tal y como sucede en
Venezuela, hay muchas formas de pedir el café en la barra o en la cafetería.
Pero créeme, allá son hasta más creativos; bueno, quizás la crisis actual nos
haya limitado por estos lados al negrito y al “guayoyo”, y si hay leche, pues
un marrón. Pero cuatro amigas españolas se juntaron a finales de noviembre en
Pamplona a tomar café después del trabajo. Una pidió un Bombón que es con
leche, pero condensada; otra un Carajillo porque ¡Vaya! ¡Qué semanilla la que
he tenido en el trabajo!; La tercera, que se cuida alguito desde que el corazón
le dio un sustito, un descafeinado de sobre. Y usted, mi querido lector o lectora,
se preguntará ¿Qué me importa el tipo de café que hayan tomado cuatro amigas
reunidas?
Es que la cuarta, la que tenía
una cuñada venezolana, pidió un café con dolor.
Ella, Cristina, les comenzaba a contar justo antes de pedir la orden el
drama familiar que vivían en casa por esos días. Su hermano Roberto estaba
casado con una venezolana, y después de muchos papeleos lograron llevar hasta
España a los suegros. Pero en Venezuela quedaban 3 hermanos de su cuñada, 3
cuñados de Roberto, todos pasando trabajo para sobrevivir. Uno de estos
hermanos es hipertenso; de estos enfermos para los cuales no basta dejar de
seguir las noticias o voltear a su alrededor - recomendación difícil de cumplir
en la nación de Bolívar y de más de treinta millones de habitantes reclamando
una vida digna – Él, por condición médica, debe tomar la pastillita prescrita
por el médico para mantenerse con vida. ¡No Hay! La hija de un amigo del otro
de los hermanos políticos de Roberto sufre de Epilepsia. Le fue diagnosticada a
los 18 años de edad. Los anti-convulsionantes para ella representan lo mismo
que un bombillo apropiado sobre una cama de operación en el quirófano. Ambos se
encuentran ausentes en la Venezuela actual. Y Luis, el último de los hermanos,
le llamó el otro día prepcupado. Su mejor amigo había quedado desempleado.
Trabajaba en una empresa que decidió cerrar actividades ante la coyuntura
económica y política. Terminó preso al ser catalogado como “Bachaquero”. ¡Sí!
Para quien nos lee en el extranjero, novato(a) en el término, el “pana” trataba
de mantener a la familia haciendo largas colas para conseguir productos a
precio regulado, e irrisorio, en los mercados, y después venderlos con ganancia
a buhoneros o particulares. Los servicios de inteligencia del estado le
pusieron las grillas. Hay que ser bien bruto para no entender que es el sistema
“revolucionario” el que establece y promueve estas nuevas “chambas” para poder
cubrir los gastos del mes de una familia.
Y nos viene a la mente una frase
del médico español Santiago Ramón y Cajal:
“Solo la acción tenaz en pro de
la verdad justifica el vivir y consuela del dolor y de la Injusticia”
Para estas cuatro amigas la verdad era el sufrimiento de un pueblo y la
ignorancia por parte de su Estado. Y en la acción encontraron la manera de
consolar el dolor que causaba lo que oían. Dar a conocer la verdad. Vale la
pena resaltar que, a excepción de Susana, ninguna de las otras tres amigas
mantenía nexo directo con Venezuela, es decir, contigo quien me lee, o con cualquier
ciudadano en Bolívar, Barquisimeto, Puerto Píritu, Caracas, Barinas. Son
ciudadanas españolas queriendo ayudar a venezolanos; damas solidarias con un
pueblo sufriendo una grave crisis, ajenas al discurso colonialista, por demás
arcaico, que otros desean traer a colación en pleno siglo XXI.
De allí surge entonces la
iniciativa de conseguir ayuda para hermanos venezolanos comenzando de a
poquito. Regando la voz entre conocidos recaudaron donativos y compraron uno
que otro medicamento necesitado por algún venezolano.
La asociación donde trabaja Pilar les ofreció
funcionar como sede de la recepción de los donativos. Como ya era el mes de
Diciembre aprovecharon viajes de conocidos a países cercanos, latinoamericanos.
Alguien en Perú recibía las medicinas, y de allí se iría en valija solidaria a
quien la necesitaba en Venezuela. La respuesta fue impresionante. Tanto en
donativos como en transporte. Los españoles, conmovidos ante los relatos de
casos puntuales, abrieron su corazón. Los latinoamericanos, con venezolanos en
tierra nueva y recién llegada, se motivaron y aportaron ideas para el
transporte hasta Venezuela. Cualquier espacio se abría a la ayuda, a la
esperanza de vida.
Y día a día la iniciativa fue
creciendo. Los donativos aumentando. La causa cobraba apoyo. Y las cuatro
amigas transformaron el dolor de aquel café en una Fundación: Choca los 5 (Por
Venezuela). Invitan a donar 5 euros para comprar medicinas para el pueblo de
Bolívar. Hay quienes solo pueden donar dos euros y se les acepta con aplausos.
Hay quienes donan justo los 5. Pero lo bonito es que la gran mayoría dona
mucho... ¡Mucho más! Hoy han podido tejer redes de ayuda increíbles que abarcan
toda España y otros rincones europeos. Con lo recaudado, y en una transparencia
contable que transmiten a cada donante, han logrado hacer llegar medicamentos,
leche en polvo y productos de higiene personal a cientos de venezolanos.
Ella es Vicky. Una venezolana que pasó por la asociación para recoger envíos y llevarlos a los necesitados a su regreso. |
Una madre venezolana posa mostrando la leche en polvo recibida y enviada desde España por un alma solidaria que se ofreció y Chocó los 5. |
Los envíos en ocasiones van de
escala en escala. Una colombiana que fue a Pamplona por trabajos académicos en
la Universidad, regresó a su país de residencia, Argentina, con neceseres de
productos higiénicos y medicinas. Allí lo tomó su hermana quien volaba a
Colombia, donde vive, y desde Colombia lo hizo llegar al destinatario final en
Venezuela. Pilar y sus amigas, y sus familias, y los que poco a poco se han
enterado de la iniciativa, siguen con emoción el trayecto de los envíos,
aplaudiendo cada escala lograda y festejando cuando finalmente, luego de ocho
días, la leche en polvo llega a los niños
o cuando ese medicamento tan necesario llega a las manos del enfermo urgido.
A estas mujeres españolas nuestro
agradecimiento por tanta Bondad y Solidaridad depositada cada maleta transportando esperanza. A quienes de manera desinteresada y pro activa se
ofrecen para acercar la ayuda hasta Venezuela, ¡Gracias, mil gracias!
Cristina – Trabaja como
secretaria en la Universidad. Su cuñada, también involucrada con el
proyecto, es la venezolana en Madrid.
Judith – Catalana en Pamplona. Ha
trabajado en fundaciones ayudando a Etiopía por lo que su experiencia ha
resultado vital para el proyecto.
Patricia – Médico Salvadoreña en
Pamplona. Sus conocimientos en materia de salud han ayudado mucho.
Sabrina – Enfermera en un
hospital de Pamplona, la más joven del grupo, quien se incorporó recientemente
al proyecto.
Pilar – Con quien conversamos
para redactar la nota. Trabaja en la Fundación Baraibar. Su dulzura y
generosidad puede palparse en cada nota de voz que nos enviaba.
A cada una que Dios les llene de
bendiciones, abundancia y de mucha salud.
Hay quienes acumulan millas de vuelo, pero estas mujeres españolas lo
que hacen es sumar millas solidarias, vuelos de esperanza.
Su página en Facebook:
0 comentarios: