¿Quién no recuerda el Cuento de Navidad del escritor Charles Dickens? Aquel en cuya trama le desfilan a un avaro, el señor Scrooge, el...

CUENTO DE NAVIDAD


¿Quién no recuerda el Cuento de Navidad del escritor Charles Dickens?
Aquel en cuya trama le desfilan a un avaro, el señor Scrooge, el espíritu de las navidades pasadas, el espíritu de las navidades del presente y las del Futuro.

Todos tenemos un Cuento de Navidad que contar en Venezuela, y en algún rincón del planeta, porque hoy encontramos país más allá de esos límites geográficos que aprendimos desde pequeño.  Se degusta una hallaca en familia en Alemania, Luxemburgo, España. Se escucha el canto del burrito sabanero en Brasil, Perú y Argentina. Al son del cuatro y una tambora, probablemente improvisada, se introduce la gaita zuliana a panameños, gringos, y australianos.

Y, ¿Qué si viajáramos por un minuto por el espíritu de las navidades pasadas?

Probablemente muchas mesas de navidad serían nutridas. Familias numerosas; abuelos, hijos, nietos, tíos, los novios, sobrinos. Cientos de jóvenes, con muchos sueños por delante, estrenando “pintas”. Cena casera, modesta, pero completa. Brindis, espumante, con nuestro ron o con el oso, pero brindis alegre y sentido. Al pie del arbolito, artificial o natural, regalitos según el bolsillo de cada quien, pero regalitos habían. Unión, mucha unión. Esperanza, siempre presente y catalizadora como el Fuego al Cañón.

Ahora no nos detengamos en las navidades presentes. Mejor soñemos, con esperanza, y viajemos con el espíritu a las navidades futuras. Cómo queremos ver al país un Diciembre en 10, 15 años. Niños sanos recibiendo el 25 al amanecer la bicicleta que siempre quisieron, y que el niño Jesús pudo regalar gracias al esfuerzo de dos trabajadores padres. Abuelos acompañados, rodeados de familia, anécdotas, risas. La mesa vuelve a lucir bonita, modesta pero completa. Con el jamón de navidad, el pernil horneado durante todo el día por la tía Amelia; desde la cocina llega un olor a hallaca recién “destapada”, y ya hay platos con ensalada de gallina listos para recibirla. Los tíos que viven en Houston comparten la velada ya no por Skype o Hangout. Vinieron sin miedo. Querían compartir otra navidad más con el hermano ahora libre, ese que pasó años detrás de barrotes como preso político. En otra vivienda, 2 pisos más arriba, los recuerdos de Miguel, ausente desde aquellos acontecimientos de Abril de 2017, salen siempre a relucir. El dolor de no tenerlo se aminora un poquito al ver cumplida su ilusión de país libre, unido y próspero. El que más tiene volteó la cabeza hacia los lados, para ayudar a ese que por alguna razón no encuentra empleo o no gana lo suficiente para la cena, los regalos, los estrenos. Se aparta alguito de las utilidades para comprar cestas de frutas a repartir entre los abuelos de la casa hogar cercana.

En esa Venezuela que soñamos en próximos diciembres, eneros, febreros, no hay cabida para los Scrooge; son muchas las lecciones aprendidas por los venezolanos en las navidades del Presente. El odio se va minando por más y más tolerancia. Las navidades y el país le pertenecen a todos, por igual. El año nuevo se trabaja en equipo, con producción e innovación, trabajo y más trabajo. El pernil o la harina para las hallacas llenan los carritos de mercados y no las cajas dependientes de carné.
Toca pues rodearnos de esperanza en las navidades del Presente. Y que esa esperanza nos invite a seguir siendo solidarios, aportando ayuda con lo que podamos para que al volar en un futuro con el espíritu de las navidades hacia el pasado nos hinchemos de orgullo venezolano, porque pueblo bonito siempre hemos sido y seremos. Y esperanzados, solidarios y unidos, volveremos a ser nación productiva, nación de valores.



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